sábado, 10 de diciembre de 2011

Aristóteles.

EL HILEMORFISMO.

Esta teoría de Aristóteles aclara la distinción entre sustancia primera y sustancia segunda. Consiste en que todo ser humano natural está compuesto por dos elementos:

  • Materia (hylé). Es aquello de lo que está hecha una cosa. Por ejemplo, la materia de una mesa es la madera.
  • Forma (morphé, eidos). Es lo que hace que algo sea lo que es. Por ejemplo, la forma de la mesa es la de mesa. La forma no debe entenderse en el sentido de figura, que es secundario, sino como lo que hace que un ser sea el tipo de ser que es, lo que proporciona la esencia. Por tanto, lo universal es la forma, pero esta no está, como las Ideas platónicas, separada de las cosas, sino presente en ellas, informándolas. Así, por ejemplo, la especie humana no está separada de cada ser humano concreto, sino presente en él, como forma humana.

Materia y forma no pueden existir por separado. Se pueden distinguir por medio del pensamiento, pero no separar en la realidad. Con esta distinción queda explicado por primera vez el problema de la relación de las especies con las cosas individuales, que Platón intentó aclarar en vano con el concepto insuficiente de “participación”. Los universales son sustancias, pero abstractas y no concretas; por eso son sustancias segundas.

Aristóteles distingue dos niveles de materia:

  • Materia prima. Es el componente material último de todo el cosmos, la materia despojada de toda forma. No es algo que encontremos tal cual en la naturaleza, sino que es solo una abstracción necesaria.
  • Materia segunda. Es el resultado de aportar a la materia prima un componente formal, aunque en su grado más elemental. Las primeras materias segundas que nos encontramos son las de los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego. A partir de ellas se forma la materia de cada clase de seres: cada árbol produce su propio y específico tipo de madera, cada especie viviente posee sus tejidos orgánicos específicos, etcétera.
De los dos elementos de los que está compuesto todo ser natural, la forma es ontológicamente superior a la materia. La materia proporciona individualidad: un pino se diferencia de otro por la materia que posee cada uno. Pero lo que les hace ser pinos a ambos, lo que les concede el ser, no es su materia, sino su formal. La forma otorga el ser y ahí radica su importancia. Igual que se puede pensar en una materia prima desposeída de forma, también es posible pensar en una forma inmaterial que, en este caso, no será solo una abstracción sino una realidad sobrenatural y divina.
 
  

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